Miré hacia el cielo
y caricias húmedas cayeron en mis ojos:
era el día de la última llovizna de noviembre
que le decía adiós a mi corazón.
Pues de tanto desear,
de tanto querer
y de tanto amar;
el Dios Sol cerró la puerta del clóset,
donde quedaron guardados sus viejos impermeables,
para iluminar las horas de oscuridad
que me han vencido sin tu presencia.
Días de invierno se despiden tarde
y me dejan con su furtiva partida,
la tímida esperanza de que un rayo de sol
levante tu mirada sobre la mía,
sin temor a equivocarse.
El Padre Sol, el Dios Sol...,
tal vez busca una nueva salida para el amor.
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