Pedí al cielo que me escucharás
y bajaste desde el Olimpo a la tierra.
Me miraste con tus labios de diosa;
pero por primera vez,
tembló tu voz ante la mía,
con sinceridad humana.
No sé si ahora entiendes, que soy un simple mortal,
detrás de un escritorio,
sin envestiduras,
implorando por tu amor.
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